7 excentricidades de autores famosos

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Se dice que el genio va de la mano con la locura, y, aunque ésta sea una generalización muy matizable, hay casos en que resulta ser cierta. Todos conocemos la historia de Van Gogh, un pintor excepcional que, ya fuera por su pelea con Gauguin o por la boda de su hermano, acabó cortándose su propia oreja. Por otra parte, el TOC (Trastorno Obsesivo-Compulsivo) excesivo de Nikola Tesla le llevó a temer los objetos redondos y la suciedad, a obsesionarse con el número tres, y a rechazar dar la mano o tocar el pelo de otras personas. En tiempos más recientes tenemos a Syd Barret, el genial cantante de Pink Floyd que sufría de esquizofrenia.

Esta creencia no es nueva; en la antigua Grecia, Aristóteles y Platón ya se referían a los poetas y a los genios como «melancólicos» (el equivalente a los trastornos de ánimo actuales, como la depresión) o poseídos por la «locura divina». Por desgracia, esta creencia ha llevado a muchos artistas a autodestruirse en busca de inspiración a través del abuso de drogas y alcohol; ejemplos claros de esto serían los poetas malditos franceses, o autores más modernos como Philip K. Dick.

Sin embargo, algo que sí se puede afirmar sin dudas es que todos los escritores somos un poco excéntricos. Es esa forma de pensar distinta y divergente lo que nos lleva a reinterpretar y reescribir la realidad, enfocándola de otra forma, mostrándola a los lectores a través de nuestra lente. Por eso, a menudo es tan divertido leer las biografías de los grandes escritores como sus obras.

Vamos a echarle un vistazo a mis 7 excentricidades favoritas.

7. LOS CONCURSOS DE J.R.R. TOLKIEN

A menudo pensamos en Tolkien como el caballero inglés experto en mitología y leyendas medievales que comenzó inventando un lenguaje y acabó escribiendo el mundo más extenso y coherente de la fantasía épica. Quienes lo conocen mejor sabrán que también fue decano de literatura medieval en la Universidad de Oxford, o que luchó en la Primera Guerra Mundial, lo cual podría explicar el estado de estrés post-traumático en el que acaba Frodo al final de El señor de los anillos. Pero lo que poca gente conoce es su lado más humano.

Tanto Tolkien como C.S. Lewis (famoso por la saga Las cronicas de Narnia), junto a muchos otros escritores y académicos de Oxford, se reunían a menudo en el pub The Eagle and Child de Oxford (al que se referían coloquialmente como «Bird and Baby») o en las habitaciones del Magdalen College, en un círculo de apreciación de la literatura y la mitología conocido como Inklings. Al ser todos ellos personas de tanto renombre, cabría esperar que fueran gente seria y disciplinada que dedicara sus sesiones a tratar temas importantes con ademán grave.

Nada más lejos de la realidad.

Por el contrario, los Inklings bebían, cantaban, leían y reían. De hecho, uno de sus pasatiempos era leer textos que fueran particularmente malos (como la prosa de Amanda McKittrick Ros, considerada uno de los peores autores que han existido jamás) para ver quién era capaz de aguantar más sin echarse a reír. Se dice que entre los premios se podían conseguir novelas de Barbara Cartland, vales para comprar libros, copias del Writers’ Handbook, o un ticket de tren para ir a Larne, donde vía Amanda McKittrick Ros.

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6. VIRGINIA WOOLF ESCRIBÍA DE PIE

Como casi todos sus compañeros modernistas, Virginia Woolf siempre tuvo una personalidad muy marcada. Esta famosísima autora tiene suficientes anécdotas como para escribir una entrada solo sobre ella: durante un verano creyó que los pájaros piaban en griego y que Enrique VIII le estaba gritando improperios desde detrás de los arbustos; con 22 años intentó suicidarse tirándose por una ventana, pero la altura era tan pequeña que no se hizo daño; le gustaba atormentar a su hermana Vanessa arañando la pared; después de tomar clases de cocina, introdujo por error su anillo de compromiso en un pudding…

Esta personalidad tan distinguida le llevó, en muchas ocasiones, a tener ideas innovadoras que se adelantaban a su época. Por ejemplo, antes de que estuvieran de moda los escritorios de pie, Virginia Woolf ya utilizaba uno para escribir erguida. La inspiración le vino de su hermana, que se dedicaba a la pintura; al igual que ella, Virginia quería poder alejarse en cualquier momento de su mesa de trabajo para distanciarse de su obra. También era famosa por ser una apasionada de escribir a mano, y se encontraba en búsqueda constante de la pluma perfecta con la que sentirse a gusto escribiendo.

Sin embargo, conforme se fue haciendo mayor tuvo que dejar de escribir de pie, y acabó redactando sus historias en un escritorio común.

5. KURT VONNEGUT, EL ETERNO PERFECCIONISTA

Se dicen muchas cosas del perfeccionismo: que es la única manera de convertir un producto en arte, que es el reflejo de las inseguridades de uno mismo, que lleva a los escritores a bloquearse en lugar de avanzar con la trama de su obra… Yo creo que es una cuestión de estilo: algunas personas prefieren escribir el «esqueleto» de la historia de golpe (es decir, la trama, los eventos principales, etc.) para luego volver a capítulos anteriores y editarlos hasta que esté perfecta para ser publicada.

Pero Kurt Vonnegut no era así.

Sus novelas son ligeras, fluídas y fáciles de leer, pero el proceso de su creación era todo lo contrario. Al igual que hizo Stanley Kubrick en el cine, el famoso autor de Matadero Cinco no se conformaba con escribir una sola línea que no fuera exactamente como él quería. Si un párrafo no le sonaba bien, no continuaba la trama, sino que revisaba y reescribía las partes imperfectas hasta pulirlas del todo. Para él, el primer boceto era el boceto final.

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4. ISAAC ASIMOV Y LA TIENDA DE CARAMELOS FAMILIAR

El motivo por el que muchos aspirantes a escritores no logran cumplir su sueño es que no tienen una rutina establecida. Se figuran que escribir es una especie de tarea mágica a la que es imposible dedicarse a menos que le llegue a uno la inspiración, como si la posesión de una musa fuera imprescindible para enfrentarse a la página en blanco. Los días, los meses, los años pasan mientras estos ven cómo la novela que tantas ganas tienen de escribir no avanza. Como ya dijo Picasso, «La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando«.

En el extremo contrario tenemos a Isaac Asimov, el gran maestro de la ciencia ficción.

De niño, Isaac se despertaba todos los días a las 6 de la mañana para repartir periódicos, al acabar acudía a la escuela, y nada más salir corría a la tienda de caramelos de su familia, que cerraba a la 1 de la mañana. Si llegaba tarde, su padre le gritaba que era un fulyack (gandul en yiddish), lo cual le inculcó una disciplina muy estricta.

Fue esta experiencia, nos cuenta él en En la memoria todavía verde, la que lo convirtió en un «escritor compulsivo». Desde entonces, Asimov adquirió la costumbre de despertarse todos los días a las 6 de la mañana (sin necesidad de usar el despertador, nos cuenta con orgullo), empezaba a escribir desde las 7:30, y se pasaba el día entero así hasta que llegaban las 10 de la noche. Todos los días.

No cabe duda de que, con una rutina tan estricta, es imposible no convertirse en un maestro de las letras con una bibliografía tan extensa como la suya.

3. EL PROCESADOR DE TEXTO DE GEORGE R.R. MARTIN

A muchos escritores les fascina la estética vintage, y se dejan seducir por las máquinas de escribir o escribir con pluma. A pesar de que hoy en día existen multitud de procesadores de texto de todo tipo y para todas las plataformas, escribir a la vieja usanza aún tiene su encanto, y sirve de inspiración a muchos de nosotros.

Y luego está George R.R. Martin, que usa WordStar 4.0 para MS-DOS, un ordenador que data de los años 80.

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No es que esté loco; por una parte, dice que prefiere un procesador de texto que le dé total libertad a la hora de escribir, sin autocorrectores que «corrijan» sus términos inventados. Sin duda, ésta es una traba que muchos escritores de fantasía épica hemos tenido que soportar. Por otro lado, al ser un ordenador sin conexión a internet, ningún hacker puede robarle sus obras. Esto podría parecer un poco paranoico, pero, viendo el éxito de Canción de hielo y fuego, lo cierto es que es un temor muy razonable.

2. ERNEST HEMINGWAY, ESPÍA FRACASADO Y PESCADOR DE TIBURONES

Cuando empezamos a hablar de Hemingway, podemos esperar que la cosa se ponga interesante, dado que este famoso escritor era un hombre con un estilo de vida muy particular. Su estilo de vida extremadamente viril le llevó a beber en abundancia, meterse en peleas con frecuencia, e incluso servir como espía para la KGB durante la época de la Unión Soviética… tarea que aparentemente se le dio fatal. También vivía con un miedo constante a que el FBI le estuviera vigilando en todo momento, temor que era motivo de burla por parte de sus amigos. Poco tenían de lo que reírse, pues se acabó descubriendo que el FBI sí que lo había estado vigilando muy de cerca por sus estrechas relaciones con Cuba y Fidel Castro.

Una de sus aficiones menos conocidas es el de la pesca. Hemingway tenía una barca pesquera llamada Pilar con la que viajó extensamente, experiencia que sirvió de inspiración para El viejo y el mar e Islas en el golfo. Las historias que se podrían contar de esta barca son increíbles: con ella, el autor de Illinois buscó submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, armado con un equipo de detección HF/DF, una ametralladora, y granadas de mano. También contribuyó a la investigación científica, ayudando, entre otros, al Smithsonian Institute y al Philadelphia Academy of Natural History en su estudio de la vida marina del Atlántico.

Sin embargo, su mayor pasión era la pesca. A menudo batió records de captura de peces, tanto en cantidad como en tamaño, lo cual llevó a Fidel Castro a organizar un concurso de pesca con su nombre. Pero mis anécdotas favoritas tienen que ver con los tiburones.

En un viaje a las Islas Bimini, Hemingway se empeñó en capturar un tiburón, con el que acabó teniendo una dura pelea a bordo de Pilar que acabó con él disparándose a sí mismo en las piernas. En otra ocasión, el autor logró atraer a un pez espada de cuatro metros, pero entonces empezó a arremolinarse un cardumen de tiburones a su alrededor para devorar a su presa. Furioso con estos peces que pretendían robar su formidable pesca, Hemingway tomó su ametralladora Thompson y comenzó a masacrar a los animales, con tan mala suerte que la sangre que derramó atrajo a aún más tiburones. Al final, del pez espada quedó tan solo la mitad del cuerpo.

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1. CARTEÁNDOSE CON LOVECRAFT

El maestro del terror cósmico de Rhode Island es bien conocido por ser un escritor prolífico y entregado a su pasión: escribió más de 100 obras en prosa, contando sus relatos, colaboraciones, y ghost writing; más de 300 poemas; más de 120 ensayos sobre filosofía, ciencia, crítica literaria, e incluso escritura de viajes; 165 articulos periodísticos…

Pero todos estos datos palidecen cuando consideramos que Lovecraft escribió más de 100.000 cartas durante su vida.

Para Lovecraft era un placer cartearse con todo tipo de personas, sobre todo aquellas que tenían inquietudes intelectuales afínes a las suyas. En su correspondencia, que a veces ocupaba cincuenta, sesenta, o incluso setenta páginas, encontramos detalladas explicaciones de su pensamiento político y filosófico, sus ambiciones, sus sueños… Pero también era famoso por conversar extensamente con aspirantes a escritores del pulp fiction de la época, a los cuales aconsejaba en detalle para que pudieran mejorar su estilo. Gracias a estas cartas, conocemos que Lovecraft era un gran partidario del New Deal y la regeneración política y económica de su país; que su amor por Sonia Green derivó en parte de la devoción de ella por escribir cartas; y, quizá lo más importante para sus admiradores y estudiosos, también vemos aquí de dónde surgió la inspiración para muchos de sus relatos.

Dado el inmenso volumen de su correspondencia, Lovecraft bien podría ser el ser humano más autodocumentado de la historia.

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Como veis, todos los escritores tienen alguna excentricidad o tendencia extraña que hace que destaquen… y no siempre por las razones más halagadoras. Así que si alguna vez pensáis que alguna de vuestras manías es demasiado extraña, no os preocupéis: a lo mejor es que sois genios incomprendidos 🙂

53 comentarios

  1. ¡Hola! Me encantaron las curiosidades, especialmente la de Virginia Wolf sabía que era excéntrica pero no pensé que hasta tal punto ¿que los pájaros pían en griego? ¿en serio? XD
    Y Hemingway no se queda atrás, era todo un hombre de acción aunque lo del espionaje mejor se lo dejaba a James Bond XD ¡Saludos!

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  2. Hola, me encantó especialmente lo de las 100.000 cartas de Lovecraft, infiero que estaba absolutamente todo el día y quizás parte de la noche, escribiendo, ya que entre todo lo que hizo, en su ratos «libres» escribía cartas hasta de 70 páginas.
    Deduzco que sin la escritura ha podido no podía expresarse, debe haber sido algo vital, tanto como respirar, así lo imagino.
    Me encantó descubrir en tus consideraciones que el mundo de cada ser, es un universo de sorpresas.
    Saludos,
    Scarlet C

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  3. … aunque también le gustaba hablar con los aspirantes a escritores.
    Las mismas 24 horas para todos, pero para esos genios que has citado,
    el tiempo parece tener otro calendario, definitivamente, es relativo.

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  4. Me ha gustado especialmente lo de Tolkien y CS Lewis como personas cultas, que uno no espera ciertas locuras.

    Lo mismo pasaba con Lorca, Dalí y Alberti. Uno se espera encontrarse en esas reuniones de intelectuales con gente seria, con conversaciones sobre lo divino y etéreo y, sin embargo, entre todos inventaron el pedómetro. Un artefacto que consistía en una vela encendida, a la que habían atado una cuerda. Se medía el fuerza de la ventosidad, a fuerza de doblar la llama con la fuerza del pedo hasta que ésta se doblara y prendiera fuego a la cuerda. Quien conseguía llevar a cabo tal hazaña era el ganador.

    Intelectuales y su mundo… tan diferentes a como nos los muestran en las aburridas clases escolares XD

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    • Jajajaja, no me conocía esa anécdota. Y encima Lorca, un granadino como yo :’)

      Para poder ser buen artista, hay que ser divertirse y jugar; de lo contrario, nuestras obras quedarán demasiado secas y sombrías. Sería mucho mejor que enseñaran estas facetas más humanas en la escuela, a los alumnos les costaría menos recordar a los autores que estudian.

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      • Y, sobre todo, se interesarían más en leer sus obras. La lectura es un placer y lo enseñan, o enseñaban, no sé ahora, con unas luces tan serias, que han conseguido que generaciones enteras no intenten siquiera abrir un libro. Sobre todo, aún hoy en día, sigue asustando la palabra clásico. Y hay obras maravillosas, no diré ya el Quijote, sino los cuentos de Alarcón, por ejemplo, que son divertidísimos y una delicia.

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  5. Interesantísimo artículo, Miguel! Como fan de la literatura épico fantástica y de los grandiosos Tolkien y Martin, me he sentido especialmente atraído por sus excentricidades. Ya había leído sobre Tolkien y los Inklings, pero desconocía lo alborotadores que eran. Un saludo!

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